La composición
estructural del pensamiento de los seres humanos es muy compleja, tratar de entenderlo
es una tarea en extremo difícil ya que su imaginación en ocasiones determinara
las acciones individuales que lo caracterizaran.
Hay
personas con una imaginación muy fecunda, llena de fantasmas alegóricos y
sin razón, se posesionan de esos fantasmas y florece en una verdad retórica,
carente de idoneidad. No son transparentes, son ambiguos, no entienden la
felicidad ni la paz como sinónimos de honestidad. Mentes iracundas que no saben
vivir sin la polémica. La crean y la desarrollan hasta convertirla en
destrucción. Es la naturaleza clásica de muchas personas tan elementales como nosotros
mismos.
Su imaginación
les permite recrear espacios insolubles, que disuelven la perversidad de lo que
personifican en sus mentes, luego la convierten en una verdad sin fondo y comienzan
el tormento estruendoso de la infelicidad.
Los discursos
mentales se manifiestan en la fecundidad imberbe de su anomalía disfuncional, recrean personajes
para la diatriba escrita o verbal, no
entienden el significado de la armonía, se llegan incluso a alimentar con el
discurso monógamo de que el hombre desciende del mono tal cual la genética Darwiniana,
o que simplemente somos un montón de células acopladas que en algún momento se
desacoplaran hasta causar la muerte, no sin antes causar el desastre y hacer colapsar la estructura emocional de
quienes rondamos por estas calles, triste para muchos o muchas que andan solo
buscando el ring para llenarlo de pensamientos y mutar la verdad.
La imaginación
debe ser creativa, cual modelo utópico de la razón, enfrentada al uso hormonal
de nuestra conciencia, exteriorizar el pensamiento producto de la imaginación debe
ser necesariamente trasformador, no subordinarlo a suposiciones hipócritas o sueños
desbordados de pesadillas insanas, asociar la verdad con el pensamiento lo
enaltece, no debemos imaginar para deformar nuestra paz interior producto de
nuestras mentiras recreadas a través de imperfección de la arrogancia
compartida en vanidad.
El pensamiento
no pude estar asociado a la infelicidad, debemos construirlo sobre bases hegemónicas
que nos permita encontrar la paz y hacerlo productivo, es la única forma de alcanzar
la armonía de nuestra alma.
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