sábado, 21 de septiembre de 2024

Encuentro con Nuestro Padre Creador


Recuerdo con claridad el día en que mi vida cambió para siempre. Fue en la iglesia Las Acacias, un lugar que, desde el primer momento, me hizo sentir como en casa. La atmósfera estaba impregnada de una paz indescriptible, y las luces suaves creaban un ambiente ideal para la reflexión. Allí, entre los murmullos de los fieles y el suave sonido de la música, sentí por primera vez la presencia de Nuestro Padre Creador.

El pastor comenzó a hablar, pero sus palabras se desvanecieron en un segundo plano. En ese instante, todo lo que importaba era la conexión que sentía. Era como si una luz divina iluminara mi corazón, y con cada latido, comprendía que estaba siendo llamado a algo más grande. Fue un momento de revelación y gratitud, donde supe que no estaba solo en este viaje.

Desde aquel encuentro en Las Acacias, he vivido momentos maravillosos que han enriquecido mi vida. Recuerdo particularmente una tarde en la que el coro comenzó a cantar una de mis canciones favoritas. La melodía resonaba en cada rincón de la iglesia y las letras hablaban de amor, esperanza y redención. Me dejé llevar por la música, y cada nota parecía resonar en mi alma. En ese momento, entendí que la música es un lenguaje universal que nos conecta con lo divino.

Con el tiempo, mi camino me llevó a la iglesia Lakewood en Houston. Al entrar en ese lugar, me sentí abrumado por su grandeza. La energía era palpable, y la comunidad vibrante y acogedora. En Lakewood, experimenté dos momentos especiales que marcaron mi vida. 


El primero fue durante un servicio de adoración. La iglesia estaba llena de personas que, al igual que yo, buscaban ese contacto espiritual. Cuando el pastor comenzó a hablar sobre la fe y la perseverancia, sus palabras resonaron profundamente en mí. Era como si hablara directamente a mi corazón, recordándome que cada desafío que enfrentamos puede ser una oportunidad para crecer y fortalecer nuestra relación con Dios.

El segundo momento especial ocurrió cuando una de las canciones que solía escuchar resonó en el aire. Era una de esas melodías que me transportan a momentos significativos de mi vida. Recordé todas las veces que había cantado esa canción en mi soledad, buscando consuelo y esperanza. Al escucharla en la iglesia, rodeado de otros que también la amaban, sentí que éramos uno solo en ese instante. La música se convirtió en un puente hacia lo sagrado, y comprendí que esos momentos compartidos son los que realmente importan.

Mirando hacia atrás, cada uno de estos encuentros ha sido una bendición. Desde Las Acacias hasta Lakewood, he vivido experiencias que han moldeado mi fe y mi carácter. Las canciones que escuchaba siempre, aquellas que me llenaban de recuerdos, son ahora parte de mi historia de vida. Me han acompañado en los momentos de alegría y en los de tristeza, recordándome que siempre hay luz al final del túnel.

Hoy, al reflexionar sobre mi viaje espiritual, me siento agradecido por cada paso que he dado. La conexión con Nuestro Padre Creador ha sido un regalo invaluable, y cada encuentro, cada canción, cada abrazo de la comunidad, son tesoros que guardo en mi corazón. Mi vida ha sido enriquecida por estos momentos de gracia, y sé que seguiré buscando esa luz en cada nueva experiencia que la vida me ofrezca.

P.D Hay tres momentos muy especiales que cuando me sienta bien compartirlos lo haré, vibro en recuerdos cada vez que escucho las canciones de adoración y te veo demabulando por todas partes entonando sus letras. 

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