Las Navidades Doradas del Medio Dólar


Por: Ricardo Abud

Llegaron las fiestas decembrinas y, con ellas, el milagro económico más esperado del año: el aguinaldo venezolano de $1.50. Sí, leyeron bien. Dólar con cincuenta. Una cifra tan astronómica que casi no cabe en la calculadora.

Después de trabajar 30, 40 o 50 años construyendo el país literalmente con sus propias manos, sudor y juventud perdida el gobierno ha decidido recompensarnos con una cantidad tan generosa que prácticamente nos obliga a preguntarnos: "¿Cómo voy a gastar semejante fortuna?"

En Venezuela, el aguinaldo dejó de ser un beneficio económico. Ahora es una experiencia mística. Un viaje zen. Un aprendizaje espiritual donde los jubilados alcanzan un nivel de paz que solo se logra cuando ya nada sorprende.

Con $1.50 en el bolsillo, las posibilidades son inexistentes infinitas. Veamos las opciones que el gobierno, en su infinita sabiduría, nos ha liberado para explorar:

Opción A (Gastronomía): Comprar media arepa. Bueno, un cuarto de arepa. Está bien, mejor olamos la panadería mientras pasamos por la puerta.

Opción B (Logística): Pagar un carrito hasta la esquina, si el chofer está de buen humor y el billete no está demasiado arrugado. Pero ojo, el pasaje de vuelta ya no entra en el presupuesto. Toca quedarse a vivir allí.

Opción C (Compartir): Comprar un caramelo. Uno. Singular. Para compartir con los 8 nietos en Nochebuena. "Abuelito nos trajo dulces" dirán, mientras dividen microscópicamente el confite.

Opción D (Ahorro Genuino): Guardar el dinero para el año que viene y, con suerte e inflación mediante, comprar absolutamente nada porque ya no valdrá ni para un chicle.

Lo más hermoso de esta situación es el discurso oficial. Los voceros gubernamentales aseguran que "cuidan" a los jubilados, hasta un ministerio le crearon. Y sí, los cuidan... de gastar mucho, de emocionarse demasiado, o de inflarse con esperanzas que pesen más de lo permitido por el presupuesto.

De hecho, nos cuidan tan bien que nos han liberado de la carga del consumismo navideño. ¿Para qué querríamos comprar hallacas, pernil, pan de jamón, o esas frivolidades burguesas? Eso solo engorda y causa colesterol. El gobierno, en su infinita sabiduría nutricional, nos ha puesto en un régimen obligatorio de ayuno intermitente. Bueno, ayuno permanente, pero suena más elegante si le agregamos "intermitente".

Mientras tanto, los medios oficiales anuncian con orgullo las "Bellas Navidades para nuestros adultos mayores". En su versión, la Navidad viene con:

Hallacas simbólicas: sin carne, sin masa, pero con la esperanza bien enrollada.

Un arbolito que ilumina... mientras haya luz o mientras el recibo no dé taquicardia.

Un súper ahorro obligatorio, porque ¿Quién puede despilfarrar un dólar así como así?

Seamos sinceros: las autoridades no se están riendo con los jubilados, se están riendo de ellos. Y lo hacen con una constancia admirable, como quien colecciona figuritas o ve telenovelas turcas.

Dicen que la Navidad no se trata del dinero. Y tienen razón, porque con $1.50 definitivamente no se trata del dinero porque no alcanza ni para pretender que se trata del dinero.

Pero aquí estamos, los jubilados y pensionados de Venezuela, con nuestro aguinaldo millonario de dólar y medio, demostrando que el humor es la última forma de dignidad que nos queda. Porque si no nos reímos, simplemente nos quedaríamos mirando esos $1.50 preguntándonos si esto es una broma del gobierno o una auditoría fiscal al absurdo.

Así que brindemos con agua, porque el refresco está muy caro por las "bellas navidades" que nos esperan, por los gobiernos que "nos cuidan tanto", y por la extraordinaria habilidad venezolana de reírse hasta de la tragedia.

Nuestros viejos, sabios como siempre, hacen lo de toda la vida: respiran, se ríen, se ajustan la gorra, ven el monto del aguinaldo y dicen: “Bueno… por lo menos no lo bajaron.”

Y así, entre risas, resignación, y arepas cada vez más espirituales, entramos en otra Navidad donde la esperanza se estira más que el aguinaldo. Porque en Venezuela, al final, la alegría nunca es proporcional al ingreso, sino a la capacidad infinita de este país para burlarse de sí mismo… antes de que lo haga el gobierno.

Feliz Navidad a todos los jubilados.

Que Papá Noel les traiga lo que el gobierno no: dignidad, respeto y al menos un aguinaldo que alcance para una hallaca completa.

P.D.: Si encuentran este artículo ofensivo, recuerden que lo ofensivo es el aguinaldo, no el artículo. Yo solo soy el mensajero con $1.50 en el bolsillo.


Y eso, al final, ya no es tu carga. 

 Nos vemos en el espejo, donde las mentiras nos atormentan. 
Los quiero hasta el infinito y más allá. Se les quiere que jode, y sobre todo de gratis.

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