Dios conoce tu corazón


Por: Ricardo Abud

Cuando sientes que ya no hay esperanza en tu soledad, en la rutina de tu vida, recuerda que Dios conoce tu corazón. Él, en el momento menos esperado, te envía su bendición. Y aunque no lo creas, llega de manera especial para hacerte sentir que eres tú mismo, con todo tu valor.

Así funciona la vida: te da una oportunidad única que no debes desaprovechar. Si lo haces, corres el riesgo de sabotearte y quedarte estancado en una realidad que no mereces. La vida puede cambiarte de repente, mostrándote un camino distinto.

Existen personas que te harán sentir valioso y seguro, que te cuidarán sin condiciones. Las sanas y auténticas elevan tu esencia; las que no, solo te harán sentir mal. El verdadero amor no se fija en tu situación, sino en ti. No busca intereses ni apariencias, busca construir juntos, porque ve en ti a la persona con la que se puede lograr mucho.

No lo encontrarás en quienes viven llenas de ego, toxicidad o apariencias; sino en esas pocas “piedras preciosas” con las que la vida te sorprende. Son seres sencillos, hermosos y valiosos, que con su forma de ser te hacen sentir especial y confirmar que ahí es.

Dios, a través de esas personas, te muestra la calidad y el potencial que llevas dentro, no tu condición externa. Te recuerda que eres importante y que lo que vales va más allá de lo material. El amor verdadero no busca conveniencia, sino corazón. Por eso, quienes solo valoran lo superficial nunca llegan a encontrar el amor real, porque se desconectaron de la esencia del corazón.

A veces no hace falta buscar: lo destinado para ti llegará sin complicaciones. Las personas sanas no te enredan la vida, al contrario, la iluminan. Por eso, quédate donde te hablen y te miren con verdad, sin juegos ni caprichos, porque el amor de tu vida no se sabotea: se cuida.

Y Dios, que examina los corazones, sabe qué es lo que el Espíritu quiere decir, porque el Espíritu ruega, conforme a la voluntad de Dios, por los del pueblo santo. Romanaos 8:27-28

Salmos 139:23-24. "23 Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; Pruébame y conoce mis pensamientos; 24 Y ve si hay en mí camino de perversidad, Y guíame en el camino eterno."

La Biblia ofrece una perspectiva única sobre el tema de conocer los corazones humanos, enfocándose en la incapacidad de las personas para discernir completamente las intenciones y pensamientos de otros, y la capacidad exclusiva de Dios para hacerlo. 

El libro de Jeremías ilustra esta idea con claridad en el versículo 17:9-10, donde se afirma que el corazón es engañoso y perverso, y que solo Dios puede examinar y probar el corazón y la mente de una persona. Esta visión destaca la limitación inherente del conocimiento humano: mientras que las personas pueden observar las acciones externas, no pueden penetrar en los santuarios internos del alma para entender las motivaciones profundas, los miedos ocultos o los verdaderos deseos de los demás.

Esta incapacidad humana contrasta fuertemente con la omnisciencia divina, un tema recurrente en las Escrituras. El Salmo 139, por ejemplo, alaba a Dios por su conocimiento íntimo y total del ser humano. El versículo 139:2 dice que Dios "conoce mis pensamientos desde lejos," mientras que el versículo 139:4 dice que "sin que haya en mi lengua palabra, he aquí, oh Jehová, tú la sabes toda." 

Estos pasajes demuestran que, a diferencia de los humanos, Dios no necesita pistas o señales externas para conocer el corazón. Él ya está familiarizado con los pensamientos, intenciones y emociones más profundas de una persona antes de que estas se manifiesten. Esta capacidad divina es fundamental para la fe, ya que subraya la idea de que nada puede ser escondido de Dios, y que él es el único que puede juzgar con perfecta justicia y misericordia. 


Y eso, al final, ya no es tu carga. 

 Nos vemos en el espejo, donde las mentiras nos atormentan. 
Los quiero hasta el infinito y más allá. Se les quiere que jode, y sobre todo de gratis.

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