Nuestros adultos mayores

Nuestros adultos mayores
(Dedicado a mi madre, a mi bella vieja Aura)
Ricardo Abud

Con el pasar de los aƱos nuestra vida va transformƔndose en un caudal de experiencias que ineludiblemente, se ven reflejadas en nuestra apariencia fƭsica. Vamos sembrando en nuestro deambular por esta vida terrenal muchos sentimientos encontrados, sentimientos que arropan un caudal de recuerdos.



Los recuerdos traen por si sólo un marcado proceso retrospectivo de anÔlisis, tiempo sobra para recrearlos en nuestra memoria, entender los buenos y malos momentos que nos plenaron de felicidad e infelicidad. Surgen incertidumbres y tratamos de recomponer en nuestra memoria cada uno de los muchos acontecimientos que nos tocó vivir, sobre todo los relevantes, ya que son los que hemos almacenado en nuestro chip espiritual. Se hace imposible corregirlos en la mayoría de los casos. Nos lamentamos de todo el tiempo que perdimos, las causas que nos llevaron a que fuera de ese modo, mÔs sin embargo, sólo podremos lamentarlo, no podemos retomar la vida en esos puntos del tiempo, ya que es simplemente irreversible. Desmontamos nuestros miedos sin ninguna consecuencia, ya no hay forma de regresar.


Por decisión personal, he tratado de no ser parte del trĆ”fico caraqueƱo, he asumido como medio de trasporte el metro con todas sus imperfecciones, sin lugar a dudas la satisfacción es recuperar parte del tiempo que dejo de vivir  por estar inmerso en una cola, he mejorado mi juego de dominó, dado una aplicación que pude instalar en mi telĆ©fono, el tiempo pasa sin mayores contratiempos. DecidĆ­ viajar en el vagón donde nuestros adultos mayores tienen sus puestos designados, la experiencia ha sido maravillosa. Observar las facciones de estos seres que hoy son colmados de tranquilidad relativa, es sinónimo de paz. Han sembrado espacios de amor, de ternura, cariƱo y han posibilitado, en la mayorĆ­a de los casos, trascendencia. Rostros afables, otros menos.

Escucharlos discutir, o sólo ser parte del cansancio en el huerto de sus aƱos vividos, es en demasĆ­a, una satisfacción que me permite ser en extremo solidario y humano con estos, nuestros adultos mayores. La humildad reflejada en algunos de sus rostros nos da una prerrogativa interesante,  Ć”vida de conocer, de indagar, de escarbar en los recuerdos y proyectarlos al presente con la autonomĆ­a de sus conocimientos. Sed de encontrar el punto donde sus vidas dieron el traspiĆ© hacia la soledad del alma. Nada fĆ”cil, pero muy alentador.

Recurrencia en la divinidad de sus miradas inmutadas con el paso de los aƱos, quƩ travesura rondarƔ en sus recuerdos cuando la risa, de manera automƔtica, llega a sus labios profanando la interioridad de la luz. El gozo es inmenso como la melancolƭa.

La paz de saber que la tarea estĆ” cumplida. Han  procreado y criado, hay descendencia que brindarĆ” nuevas emociones, nietos o nietas que sólo serĆ”n el eslabón para compartir en la complicidad, no hay que llevar el pan a la casa, no es el dĆ­a a dĆ­a, sólo disfrutar los buenos y pocos momentos que restan de vida. La pensión ayudarĆ” a cubrir las medicinas para seguir alargando un poco el tiempo, antes del reposo final.

Por el contrario, escuchaba a alguien esgrimir que hoy los abuelos y abuelas son modernos, estĆ”n en la calle trabajando, los tiempos han cambiado, lo que no dicen es que el cambio de igual forma nos ha traĆ­do madres y padres en extremo jóvenes, la labor se multiplica por dos, para esos abuelos y abuelas modernos, no han terminado el rol de padres y tienen que asumir el de abuelos sin abandonar las responsabilidades de padre, o simplemente seguir trabajando para no enfermarse. Verdad Humberto, quĆ© serĆ­an de ti las calles de Caracas si tĆŗ, con tu Buseta, no las recorrieras… O mi querida madres deambulando por la cas y buscando algo que hacer, para que el aburrimiento no la consuma.

Hoy la modernidad cargada de mucha innovación nos da la posibilidad de estar mĆ”s en contacto con nuestros adultos mayores que tanto amamos, le regalamos un celular sin preguntar si los quieren o no, nuestra tranquilidad tiene un precio para lo cual ellos deben esclavizarse a nuestros designios.  No hay medias tintas.

A nuestros adultos mayores hoy en Venezuela se les reivindica y son tomados en cuenta por primera vez, un logro de la Revolución Bolivariana, gracias a la sensibilidad de nuestro Presidente tienen un lugar hoy en la sociedad mas allÔ de lo demagógico, duélale a quien le duela, es una verdad innegable y difícil de tapar

Consentirlos debe ser un paradigma, entenderlos como a los niƱos y niƱas que son, un deber. Un adulto mayor no podemos etiquetarlo en el olvido, es un ser teƱido de blanco cargado de mucho saber. Sabidurƭa plena.

Son la risa que colma nuestras vidas y sobre todo la esperanza de seguir siendo la continuación de sus enseñanzas, de sus vivencias, costumbres y sobre todo difuminar el legado de amor que dejaron sembrado en nuestra alma.

A mis adultos mayores que hoy siguen gozando de la vida, sigan echƔndoles bolas, sin ustedes la vida seria muy triste, a los que se fueron seguro allanaran el camino para el reencuentro final. Los quiero y los quise que jode. Sin condiciones, amor del bueno y sobre todo GRATIS.



EL ABUELO
(Evocando a Neruda…)

Caminando va por la vereda,
Muy lejano estĆ” su pensamiento.
Piensa en el ayer, vuelve su cabeza,
Deja de soƱar y piensa.

AƱos que se van y no regresan,
Frases que se van y nada dejan,
Vienen a juntarse hoy en su recuerdo,
Pero al caminar, se alejan.

Con ojos abiertos trae a su mente
Gente que admiró cuando era niño,
MƔs la lluvia de hoy, no es la misma de antes,
Ɖl ha visto ya noventa inviernos.

Sabe que serĆ” corta su espera,
La vida le harĆ” su despedida
Y no le hace caso, pues estĆ” de acuerdo
Con alguien que también partió.

El abuelo dice, con satisfacción,
“Confieso que he vivido.”

En Memoria, de mi abuela (Rafaela), de mi padre (Alfredo Abud) de la tĆ­a Carmen y del padrino Antonio, de Rafael,  tĆ­o Emilio y de Juana, de Titi y de mi muy querido y siempre recordado Blanco.

Se le quiere que jode, y sobre todo de gratis,.

Nos vemos en el espejo, donde las mentiras nos atormentan,.

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