Por: Ricardo Abud
En el vasto tejido de la existencia, la relación entre el Padre Creador y la humanidad se despliega como un drama complejo de amor, corrección y libre albedrĆo.
Cuando nuestro Padre Creador nos da seƱales, nos ofrece una brĆŗjula espiritual para navegar los desafĆos de la vida, un camino iluminado por Su sabidurĆa infinita.Como nos recuerda Proverbios 3:5-6, "ConfĆa en el SeƱor con todo tu corazón, y no te apoyes en tu propio entendimiento. Reconócelo en todos tus caminos, y Ć©l enderezarĆ” tus veredas." Esta escritura fundamental establece la premisa de nuestra dependencia espiritual y la importancia de reconocer la guĆa divina.
Sin embargo, nuestra naturaleza humana estĆ” marcada por una tendencia inherente a la irreverencia, que nos conduce a ser desobedientes. La historia bĆblica de JonĆ”s ilustra magistralmente este concepto. Cuando Dios le ordenó ir a NĆnive para predicar arrepentimiento, JonĆ”s intentó huir, desafiando directamente el mandato divino. Su desobediencia lo llevó a enfrentar una tormenta y ser tragado por un gran pez, simbolizando las consecuencias de apartarse del camino seƱalado.
Nuestra humildad desaparece y negamos su presencia en nuestras vidas cuando lo desobedecemos. Esta negación no es meramente un acto de rebeldĆa, sino una profunda desconexión espiritual que nos separa de la fuente de nuestra fortaleza. Como advierte JeremĆas 17:5-6, "Maldito el hombre que confĆa en el hombre, y hace carne su brazo, y su corazón se aparta del SeƱor. SerĆ” como la retama en el desierto, y no verĆ” cuando viene el bien."
La consecuencia natural de esta desconexión se refleja en la afirmación "Todo nos sale mal". No es un castigo divino arbitrario, sino el resultado inevitable de alejarnos de la guĆa celestial. Cada decisión tomada al margen de la sabidurĆa divina nos sumerge en una espiral de complicaciones y frustraciones.
El rey SaĆŗl representa otro ejemplo paradigmĆ”tico. Ungido por Dios como primer rey de Israel, su arrogancia y desobediencia lo llevaron a perder el favor divino. Cuando Samuel le ordenó destruir completamente a los amalecitas, SaĆŗl modificó las instrucciones, conservando lo mejor del botĆn, demostrando que la obediencia parcial es, en esencia, desobediencia.
Reconocer y seguir las seƱales divinas requiere una actitud de apertura y humildad. No se trata de una sumisión ciega, sino de un diĆ”logo consciente con lo trascendente. Como dice IsaĆas 30:21, "Tus oĆdos oirĆ”n una palabra tras ti que diga: Este es el camino, andad por Ć©l; y no echĆ©is a la mano derecha, ni tampoco os apartĆ©is a la mano izquierda."
La lección fundamental radica en comprender que la guĆa divina no busca limitar nuestra libertad, sino conducirnos hacia nuestra realización mĆ”s profunda. Cada seƱal es una invitación, cada corrección una oportunidad de crecimiento.
En Ćŗltima instancia, nuestra vida espiritual se construye momento a momento, decisión a decisión. La humildad para escuchar, la valentĆa para obedecer y la sabidurĆa para reconocer la presencia divina son los pilares que nos sostienen en el viaje existencial.
No se trata de la perfección, sino del reconocimiento sincero de nuestra vulnerabilidad y nuestra conexión con un propósito mĆ”s elevado. Cada paso en sintonĆa con la guĆa divina nos acerca a nuestra verdadera identidad y potencial.
Y eso, al final, ya no es tu carga.
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