Ayuna, que el drama engorda: Confesiones de un Romántico en Recuperación


Por: Ricardo Abud

Queridos hermanos, mis panas del alma, en el arte del desamor y maestros en el doctorado de las relaciones tóxicas, hoy vengo a compartir con ustedes la sabiduría ancestral que nos legó nuestro abuelo: "mijo, mejor solo que mal acompañado". Una frase que, en nuestra infinita terquedad masculina, decidimos ignorar olímpicamente.

Después de años de investigación de campo en el laboratorio del corazón roto, hemos llegado a una conclusión revolucionaria: no todas las mujeres son un buffet libre para nuestras emociones. De hecho, algunas vienen con más red flags que un partido de fútbol arbitrado por el VAR, pero nosotros, ciegos como murciélagos enamorados, insistimos en ver corazoncitos donde hay señales de peligro.

Empecemos por las casadas, esas criaturas mitológicas que aparecen en tu vida como sirenas modernas, cantando melodías de "es que mi esposo no me entiende" mientras tú, cual Ulises sin cerebro, te amarras al mástil del barco directo hacia el iceberg matrimonial. Hermano, si ella tiene anillo y tú no eres joyero, ahí no es. Es matemática básica: ella + esposo + tú = drama garantizado y posible encuentro con un señor muy molesto que probablemente levanta más peso que tú.

Luego están las borrachas profesionales, esas que confunden el amor con el alcohol y creen que una relación sana es aquella donde ambos pueden recitar el menú de todos los bares de la ciudad. Si su plan de viernes incluye más shots que conversación, y su idea de intimidad es vomitar en tu baño mientras tú le sostienes el cabello, es hora de que reconsideres tus estándares. El amor no huele a whisky barato y arrepentimiento. Cuidado con las de apego etílico y desapego emocional; no buscan amor, buscan anestesia, y tú eres el pasante que les sirve la copa y el oído.

Ah, pero no olvidemos a las vampiras emocionales, esas que llegaron a tu vida no por amor, sino porque detectaron que tienes cuenta de ahorros y paciencia infinita. Son como versiones modernas de las sanguijuelas, pero en lugar de sangre, chupan tu energía vital, tu tiempo y tu billetera. Si cada conversación termina con ella necesitando algo tuyo y tú sintiéndote como un cajero automático con sentimientos, es momento de cambiar de banco, compadre.

Las siesteras perpetuas merecen mención especial. Esas criaturas nocturnas que confunden tener una relación contigo con tener un servicio de taxi las 24 horas. Si solo te busca después de medianoche y sus mensajes suenan como "¿qué haces?" a las 2 AM, no estás saliendo con ella, estás en el servicio de delivery emocional. Tu corazón no es un McDonald's, no tiene que estar abierto toda la noche. Son como gatos: te ignoran todo el día, pero si les lanzas una notificación, aparecen ronroneando con trauma.

Y qué decir de las adictas al drama, esas que necesitan más telenovela en su vida que Venevisión produciendo contenido. Si cada día con ella parece un episodio de "El sol sale para todos" pero sin el milagro final, es hora de cambiar de canal. El amor real no necesita soundtrack dramático ni efectos especiales. 

Luego están las que llegan con cicatrices abiertas y un discurso tan afinado que te hacen sentir que viniste al mundo para salvarlas. Spoiler: no quieren amor, quieren transfusión emocional. No es relación, es voluntariado. Te presentan un complejo de víctima con ojos de gatito de Shrek, y tú, qué crees que el amor todo lo puede, terminas pidiéndoles perdón por lo que sueñan que harás. Cualquier intento de poner límites es interpretado como maltrato. Bienvenido al reality show donde tú eres el villano y ellas la protagonista de una telenovela que no te advirtieron que ya iba por la cuarta temporada.

El verdadero giro de la trama de esta historia es que la ansiedad que sientes no es amor, pana mío. Es tu sistema nervioso gritándote "¡EVACUACIÓN!" mientras tú interpretas las señales como "¡EMOCIÓN!". Tu cuerpo es más sabio que tu corazón enamorado y cuando te manda palpitaciones, sudores fríos y ganas de salir corriendo, no es porque estés viviendo una película romántica, es porque estás en una de terror. La realidad es que hemos confundido la intensidad con la pasión, el caos con la aventura, y el drama con la profundidad. Creemos que si no nos duele, no es amor verdadero, como si el sufrimiento fuera un ingrediente necesario en la receta del romance. Pero hermano, el amor no es un deporte extremo, no tiene que dejarte cicatrices para que sea auténtico.

El ayuno emocional del que hablamos no es crueldad, es supervivencia. Es como ir al gimnasio pero para el alma, es aprender a decir "no, gracias" a las ofertas que vienen con letra pequeña y cláusulas que terminan con tu paz mental en el juzgado. Es entender que estar solo no es un castigo, es una oportunidad de conocerte sin el ruido de fondo de alguien más procesando sus traumas contigo. Y sí, sabemos que el hambre se pasa, pero el trauma no. Esa frase se ha vuelto el mantra de toda una generación que aprendió a comer cualquier cosa emocional con tal de no sentir el vacío. Pero resulta que el vacío no es tan malo, es como el silencio en una canción, necesario para que la melodía tenga sentido.

Así que la próxima vez que te encuentres justificando comportamientos que ni tú mismo tolerarías en un amigo, recuerda que elegir con quién compartir tu vida no es discriminación, es curación. No es ser selectivo, es ser inteligente. No es tener estándares altos, es tener estándares, punto. Porque al final del día, querido lector, el amor propio no es egoísmo, es el primer paso hacia cualquier relación que valga la pena. Y si ella no suma, resta. Si no te da paz, te quita. Si no te inspira a ser mejor, te está convirtiendo en alguien que ni tú mismo reconoces.

La vida es demasiado corta para invertir en acciones emocionales que solo bajan de precio. Es hora de diversificar la cartera del corazón y apostar por relaciones que den dividendos de felicidad, no quebraderos de cabeza. Mira, pana mío, si vas a seguir desayunando ansiedad y cenando excusas, por lo menos que sea con estilo. Porque sí, el hambre se pasa con arepas y café, pero el trauma  queda. Y no, no es romanticismo: es disfunción emocional con filtro. Ayuna. En serio. Hazle desintoxicación a tu corazón. Cierra la nevera emocional por unos meses y deja de alimentar vínculos con fecha de vencimiento. Y recuerda: si tienes dudas, la respuesta es no. La ansiedad no es pasión, es tu cerebro encendiendo todas las alarmas mientras tú le das me gusta a sus historias.

Elige mejor. Así como no metes sardinas vencidas en tu arepa, no metas gente vencida en tu vida. El drama engorda el alma, el desgaste engorda las ojeras, y tú no viniste a este mundo a ser el snack emocional de nadie. No es crueldad, es autocuidado. Y no es que todas sean iguales… es que tú sigues comiendo en el mismo restaurante con diferente menú.

Fin del sermón para corazones en rehabilitación.


Y eso, al final, ya no es tu carga. 

 Nos vemos en el espejo, donde las mentiras nos atormentan. 
Los quiero hasta el infinito y más allá. Se les quiere que jode, y sobre todo de gratis.

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