El Expediente Cambiante de "Ella"


Por: Ricardo Abud


Desde el principio de los tiempos, ha existido un fenómeno misterioso y predecible: la instantánea transformación de "ella" cada vez que alguien le recordaba algo de su pasado.


No importaba qué, cuándo o quién. Bastaba con una palabra mal pronunciada, una fecha inexacta o una foto comprometida en Facebook, para que "ella" dijera su frase de poder, su mantra de autoindulgencia, su conjuro de confusión:


"¡Yo no soy así, a mí tú me conociste en otra etapa!"

Esa “otra etapa” era, por supuesto, una nebulosa intocable, una versión alternativa de la realidad donde "ella" era serena, equilibrada, moralmente intachable y con abdominales. Nadie había estado realmente ahí, pero "ella" juraba que existió.


"Ella" tenía tres pasiones en la vida: hablar de sí misma, publicar indirectas y arruinar celebraciones ajenas. Su presencia era como un perfume barato en una boda elegante: inevitable, persistente y con un nombre pretencioso como “Éxtasis de Lavanda No. 9”.


Psicológicamente hablando y el narrador lo dice con generosa cortesía, "ella" era una sinfonía disonante de contradicciones. Por ejemplo, un lunes podía publicar en Instagram una foto llorando con la leyenda “Aprendiendo a soltar lo que no me suma”, y el miércoles siguiente aparecer en la casa de su ex con una torta envenenada de pasivo-agresividad y nueces. Todo justificado, por supuesto, con la frase mágica:

“A mí tú me conociste en la etapa en que yo era emocionalmente disponible”.


Su lógica era tan sofisticada que sólo "ella" podía entenderla, y ni siquiera todo el tiempo. Como cuando afirmaba odiar el drama, segundos antes de fingir desmayarse en un brunch porque alguien había pedido pan sin gluten. O cuando hablaba de su "proceso espiritual" justo después de enviar 18 notas de voz pasivo-agresivas en un grupo de WhatsApp titulado “Gente que me debe disculpas”.


Una de las situaciones más ilustrativas de su vida emocional ocurrió durante el cumpleaños de su amiga Clara. "Ella" llegó vestida de blanco. No porque fuera una fiesta temática, sino porque, según "ella", “el blanco irradia paz y me recuerda que yo ya no soy tóxica, Clara, supéralo”. Esto lo dijo mientras le quitaba el micrófono al DJ para dar un discurso improvisado sobre la traición, la lealtad y la envidia, refiriéndose sutilmente a una discusión con Clara que había tenido lugar en 2014 sobre una blusa prestada.


Ante las miradas atónitas, "ella" aclaró, con la serenidad de un volcán en erupción:

“Es que ustedes no entienden, esa era otra yo. La de ahora está en otra frecuencia energética”, justo antes de romperle una copa a Clara por no aplaudir con suficiente entusiasmo.


Pero lo más fascinante de "ella" era su memoria selectiva de precisión quirúrgica. Su pasado se reescribía con cada conversación. Lo que antes fue una borrachera escandalosa en la boda de su prima ahora era “una experiencia kármica”. El exnovio al que había acosado por tres años ahora era “una víctima de mi versión herida, pero él también tenía su lado oscuro, obvio”.


—¿No dijiste que eras vegana?

—Lo fui cuando me conociste. Eso fue en la etapa pre-pollo emocional.


Su psicóloga, la quinta en menos de un año, tomó la sabia decisión de fingir su muerte. "Ella" lo interpretó como un acto de celos profesionales:

“La terapeuta no soportó mi evolución. Es normal. Me pasa mucho con mujeres”.


Y es que "ella", además de todo, cultivaba una superioridad moral inversamente proporcional a su contacto con la realidad. Era esa persona que corregía la ortografía de otros mientras escribía “hubiera” con “v” y “sé” sin tilde. Que hablaba de “sororidad” para luego llamar “muertas de hambre” a sus excompañeras de colegio.


Cuando alguien osaba señalar estas inconsistencias, "ella" simplemente respiraba profundo, entornaba los ojos con mirada mística y decía:

“Yo ya no vibro en esa frecuencia, lo mío es otra cosa. Yo soy luz. Yo soy cambio. Yo soy fuego que transforma”.

Y sí, transformaba: amistades en enemistades, fiestas en campos de batalla, y conversaciones casuales en discusiones sobre su “proceso”.


El clímax de esta tragicomedia existencial llegó el día que decidió asistir a una reunión con todos sus exnovios. Sí, lo organizó "ella". Lo llamó “Círculo de Cierre Energético” y prometió “una noche de liberación emocional con snacks”.


Lo que ocurrió fue un festival de contradicciones. "Ella" entró al lugar vestida como una chamana de catálogo online y comenzó con una meditación guiada:

—“Cierren los ojos. Sientan la energía de la mujer que les dio amor. Que les enseñó. Que los transformó. Qué… bueno, que también los bloqueó en Instagram, whatsapp, snapchat, facebook, tik tok,  wechat y lidl telefono pero todo es parte del viaje.”


A los 15 minutos ya estaba señalando con lágrimas en los ojos:

—¡Tú me traicionaste emocionalmente en 2019 cuando no fuiste al picnic!

—Pero eso fue un martes a las 10 a.m. y teníamos trabajo…

—¡A mí tú me conociste en la etapa en la que me gustaban los martes productivos!


Fue expulsada del lugar por intentar exorcizar a un ex con aceite esencial de eucalipto. Según “ella", el ambiente estaba “cargado de machismo astral”.


Al final del día, "ella" se miró al espejo ese juez silencioso que aún no lograba domar y suspiró. Su reflejo le parecía familiar, pero impreciso. Como una selfie con filtro invertido.

Pensó: “Yo ya no soy la de antes. O sí. O depende de quién pregunte. Pero igual no importa, porque yo siempre estoy en transición espiritual. Y además… a mí tú me conociste en…”


Epílogo del narrador, con voz de resignación sarcástica:

"Ella" sigue su camino, reformulando su personalidad como si fuera una tesis sin fecha de entrega. En su universo todo es mutable: el pasado, sus emociones, la gravedad. Y si la contradices, recuerda:

Ella simplemente se cree la mejor…



Y eso, al final, ya no es tu carga. 


 Nos vemos en el espejo, donde las mentiras nos atormentan. 

Los quiero hasta el infinito y más allá. Se les quiere que jode, y sobre todo de gratis.


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