Primera parte
Magnolia caminaba por la vida como si desfilara sobre una alfombra roja que el mismísimo Jesucristo le hubiera extendido con pétalos de oro. Su perfume tenía más presencia que ella misma (una mezcla entre gardenias, sobaco de unicornio y gasolina súper). Y su risa oh, su risa era una mezcla de relincho imperial y tos de aristócrata con bronquitis.
Tenía un lema bordado en la entrada de su casa, justo al lado de una estatua de ella misma en pose pensativa frente a un ventilador apagado:
"No es que yo sea la última Pepsi del desierto. Es que el desierto me ruega por una gota de mí."
Pero lo verdaderamente fascinante (o perturbador) era su fascinación con el Ku Klux Klan. No, no era una simpatizante en la sombra, ni una estudiosa de la historia: Magnolia se creía el miembro más influyente de la organización. Sí, a pesar de que era venezolana, morena trigueña, hija de una señora que vendía empanadas y un taxista que escuchaba vallenatos a todo volumen.
“Es que tú no entiendes, Margarita,” le decía a su vecina incrédula “lo mío es un llamado espiritual. Yo no pertenezco a esta raza promedio. Yo soy un linaje anglosajón atrapado en un cuerpo de transición climática.”
La señora Margarita simplemente decía:
“Tú lo que estás es meada por una cabra, Magnolia.”
Pero Magnolia no se detenía. Salía a la plaza principal con una sábana blanca reciclada de su cama, agujereada a la altura de los ojos, declarándose “la Gran Maga del Espíritu Occipital del Sur Sureño”. Un día incluso organizó un desfile en honor a sí misma, con una sola banda de música (compuesta por su sobrino Epifanio tocando reguetón en una flauta dulce).
El pueblo entero asistía a sus apariciones como quien va al circo: con palomitas y silencio culpable. Nadie se atrevía a confrontarla directamente, por miedo a que los nominara para su “Consejo de Pureza Estética Nacional”, un grupo de WhatsApp donde insultaba a los que usaban crocs o tenían cejas juntas.
En una ocasión, intentó organizar una quema simbólica de objetos "impuros", incluyendo revistas de moda, croquetas congeladas, y una estatua del Che Guevara en miniatura. Lo que no previó es que el viento del este traicionero como político en campaña giró la llama hacia su propio turbante de poliéster, provocando un incendio que solo apagó Epifanio lanzándole un tobo de Nestea.
“¡Es una señal divina!” gritó ella, ahumada y despeinada “¡El fuego reconoce mi pureza y quiso abrazarme!”
La cosa se puso aún más surrealista cuando decidió postularse como alcaldesa de Polvorín del Norte, bajo el eslogan:
"Pureza, Pepsi y Poder: el nuevo trinomio sagrado".
En su primer mitin, montada sobre una vaca disfrazada de unicornio, leyó un manifiesto escrito en rima forzada donde proponía, entre otras cosas:
Instaurar una policía estética que multará a los que combinen mal los colores.
Obligar a todos los ciudadanos a aplaudir cuando ella saliera de su casa.
Prohibir el espagueti con mayonesa "por ser una amenaza al orden cósmico".
Sorprendentemente, recibió tres votos. Dos eran de ella misma (no preguntes cómo), y el otro fue de un señor que pensó que estaba votando por la reina del carnaval.
Y así, mientras el pueblo continuaba su vida más o menos normal, Magnolia seguía en su nube de gloria, convencida de que algún día recibiría una carta del “verdadero Ku Klux Klan” reconociendo su liderazgo espiritual y ofreciéndole la presidencia honoraria.
“Me lo van a rogar, Margarita. Yo no seré parte de ellos: ellos serán parte de mí.”
La señora Margarita, ya harta, le respondió sin mirar:
“Bueno, pero mientras tanto lava la loza, que la Pepsi del desierto dejó los platos como para un documental del Discovery Channel.”
Y así, entre delirios de grandeza, imposiciones de estética, y el ocasional incendio menor, Magnolia de los Arcángeles Supreme siguió reinando sobre su propio universo imaginario, con la certeza absoluta de que era la elegida… aunque fuera por nadie.
Segunda parte: “Magnolia, la Única y Detergente”
Luego de su fallida pero, según ella, “histórica” candidatura, Magnolia de los Arcángeles Supreme no se desanimó. Es más, dijo en rueda de prensa (es decir, en la panadería de Don Chicho, mientras comía un golfeado con queso):
“El pueblo aún no está listo para mí. Como le pasó a Jesucristo, Galileo y Pepsi Light.”
Convencida de que Polvorín del Norte era demasiado limitado para su genio, decidió que el país entero merecía conocer su mensaje. Así que viajó a la capital en su destartalado Toyota Corolla, que rebautizó como "La Carroza de la Pureza Racial Rodante", cubierto con calcomanías de sí misma, frases sacadas de Wikipedia y dos banderas blancas que en realidad eran cortinas del baño de su abuela.
Al llegar a la ciudad, se hospedó en un hostal de dudosa reputación, al que calificó en redes sociales como “un monasterio de austeridad divina con toques de decadencia barroca”. En su primer día, ya había solicitado audiencia con la Asamblea Nacional, la Nunciatura Apostólica, la embajada de Noruega y el canal de televisión donde transmitían novelas turcas.
Su plan: lanzar oficialmente su Movimiento Místico Estético de la Nueva Supremacía Celeste Universal, también conocido como M.M.E.N.S.C.U., siglas que ni ella misma recordaba bien.
En su gran “Evento Fundacional”, alquiló un salón de fiestas que olía a torta de tres leches fermentada y llenó el lugar con afiches de su rostro mirando al horizonte con gesto de mártir incomprendida. Solo asistieron:
- Un youtuber que creía que era una broma.
- Un perrito callejero que se comió tres pasapalos.
- Y un señor dormido que había entrado buscando el baño.
Pero eso no la detuvo. Publicó fotos del evento con subtítulos como:
"El pueblo me aclama. No cabía un alma más en el salón."
En una imagen donde literalmente se veían sillas vacías, una bolsa de hielo derretido y el perrito lamiéndose.
Su fama creció por accidente cuando un canal de noticias la entrevistó por error creyendo que era una activista ambiental. La conversación fue tan surrealista que se volvió viral:
¿Cuál es su propuesta para la crisis climática?
“Eliminar el mal gusto, que es lo que más calienta al planeta. Yo propongo sancionar a toda persona que use calcetines con sandalias. Eso y depilarse el alma con incienso.”
Desde ese día, fue invitada a debates políticos como “personaje de contraste”, es decir, como el payaso necesario para que los otros parezcan serios. Magnolia no lo notó. Ella estaba convencida de que la estaban preparando para ser Ministra de la Estética Constitucional.
Publicó un libro, o más bien, un panfleto engrapado de 28 páginas llamado “Yo, la única y detergente”, donde mezclaba frases suyas con citas de Confucio que había leído en memes. Se agotó en una semana porque lo usaron para envolver empanadas en la feria gastronómica del bulevar.
En la cúspide de su “gloria”, Magnolia fue invitada como jurado a un concurso de belleza parroquial. Cuando le tocó hablar al micrófono, soltó su discurso más memorable:
“La verdadera belleza está en no parecerse a nadie, ni siquiera a ti misma. Yo soy lo que pasa cuando Dios se aburre y se pone creativo. Ustedes, simples mortales, deberían agradecerme por redefinir el concepto de raza, de clase y de peinado.”
Una señora se atragantó con su mondongo del susto. Un niño lloró sin saber por qué.
El concurso fue suspendido, pero el video del discurso se volvió viral bajo el título:
“La Reina del Desvarío: una mezcla entre influencer y exorcismo espontáneo.”
Sin embargo, el ego de Magnolia no se tambaleó. Al contrario: convencida de que la fama es una forma de amor, proclamó una nueva gira nacional llamada “Pura, Suprema y Sin Gas: Tour 2025”. Compró micrófonos de juguete, alquiló salones vacíos, y en cada presentación era recibida por la misma audiencia: una señora con insomnio y una iguana disecada que ella juraba que “le guiñaba el ojo”.
Finalmente, tras meses de delirio itinerante, fue invitada por error al Congreso Internacional de Diversidad, donde creyó que por fin la reconocerían como líder racial. Allí, frente a expertos de todo el mundo, dijo:
“Yo represento la nueva raza elegida: los SupraEstéticos Iridiscentes. No nacemos. Brillamos.”
La sacaron del evento escoltada por tres agentes y un conserje, pero ella lo narró en Instagram como:
“Me escoltaron por seguridad: temían que mi aura desbalanceada el universo.”
De regreso a Polvorín del Norte, Magnolia fue recibida con pancartas que decían:
"¡Quédate en la capital!"
"Esto no es tu reality show."
"El perrito se quedó en la plaza esperándote."
Ella, con la frente en alto, respondió:
“El genio siempre regresa incomprendido. Como Sócrates, pero con más glamour.”
Y así, entre ignorados discursos, aplausos imaginarios y selfies con su propia sombra, Magnolia de los Arcángeles Supreme siguió viviendo en su república independiente de fantasía, gobernando un pueblo que jamás la eligió, desde un trono invisible… pero, eso sí, de Pepsi sin hielo.
Tercera Parte: “El Culto de la Pepsi Iluminada”
Después de su gira nacional con más sillas vacías que una biblioteca en domingo, Magnolia de los Arcángeles Supreme tuvo una revelación divina mientras meditaba frente a un ventilador encendido en reversa:
“¡El problema no soy yo! El problema es que la humanidad aún no ha alcanzado mi nivel vibracional de estética cósmica. ¡Debo iluminarlos! a la fuerza!”
Fue así como fundó su más ambiciosa invención:
El Culto de la Pepsi Iluminada, también conocido como Los Burbujeantes del Despertar.
El lema:
“No todos pueden ser supremos. Pero todos pueden intentarlo… con suficiente corrector de ojeras.”
Convirtió el patio de su casa en un templo minimalista con cortinas doradas, espejos de aumento y un altar hecho con botellas vacías de productos de belleza. En el centro: una réplica de ella misma hecha en yeso, pero con más glúteos. Afirmaba que esa era su “versión espiritual ascendida”, conocida como SupraMagnolia 5D.
Los ritos eran simples pero absurdamente elaborados. Incluían:
El Saludo Supremacista Estético, una reverencia triple con giro de tobillo.
La Oración de las 7 Bases de Maquillaje, en la que los fieles recitaban marcas y tonos como si fueran mantras tibetanos.
Y la Ceremonia de la Burbuja Sagrada, donde se rociaban entre sí con agua con gas mientras gritaban: “¡Refresca tu alma o retírate del glamour!”
Al cabo de una semana, ya tenía 14 seguidores. La mayoría eran jóvenes confundidos, adultos sin wifi y una señora que creía que eso era una clase de zumba.
Magnolia comenzó a dar conferencias desde un atril hecho con palets reciclados, usando una bata blanca con lentejuelas y una tiara de tenedores. Se refería a sí misma como:
- “La Elegida del Poro Invisible”
- “La Mesías del Maquillaje con Propósito”
- “La Pepsi-Cola de la Era Post-Humana”
En una de sus homilías declaró:
“El futuro no será político ni científico. Será estético. Las guerras se ganarán con miradas. Los imperios caerán por malas combinaciones de estampados.”
P.D Gracias a dios nunca probó una Coca Cola, el cuento hubiésemos sido otro y más real.
Y eso, al final, ya no es tu carga.
Nos vemos en el espejo, donde las mentiras nos atormentan.
Los quiero hasta el infinito y más allá. Se les quiere que jode, y sobre todo de gratis.
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