Hay amores que no necesitan de la presencia física para existir con toda su fuerza. Hay vínculos que no se miden en kilómetros recorridos sino en latidos del corazón. Y hay ausencias que, paradójicamente, nos enseñan el verdadero significado de estar presente.
Desde esta distancia que la vida ha impuesto como una prueba incomprensible, observo cómo ustedes crecen, cómo se transforman, cómo la vida los va moldeando en las personas extraordinarias que están destinados a ser. Aisha, mi pequeña que ya no es tan pequeña, creciendo con esa desesperación hermosa que tiene la juventud, apurada por alcanzar sus sueños, por descubrir quién es en este mundo inmenso. José, absorbiendo cada lección que la vida le ofrece, aprendiendo con esa curiosidad infinita que lo caracteriza, convirtiéndose cada día en alguien más sabio, más completo. Juan, con ese espíritu indomable, echando vaina sin cesar, llenando cada espacio con su energía contagiosa, recordándonos que la risa es el idioma universal del amor. Y Darian, cosechando triunfos que quisiera celebrar a tu lado, cada logro tuyo es un pedazo de mi corazón que se llena de orgullo imposible de contener.
La vida, en su sabiduría misteriosa, nos ha colocado restricciones que nunca pedimos ni merecimos. He tenido que aceptar, con el alma apretada, que lo que tengo hoy es lo que seguirá siendo así. Esta aceptación no ha sido fácil; cada día es una pequeña batalla entre la resignación y la esperanza, entre el dolor de la ausencia y la gratitud por haberlos conocido, por tener el privilegio de ser parte de sus vidas, aunque sea desde lejos.
Pero quiero que sepan algo fundamental, algo que debe quedar grabado en lo más profundo de sus corazones: ustedes son lo más bello que la vida me deparó. En un mundo lleno de momentos fugaces y encuentros pasajeros, ustedes son mi eternidad. Son la prueba viviente de que el amor trasciende todo: el tiempo, la distancia, las circunstancias adversas. Son mi propósito, mi alegría más pura, mi razón para seguir creyendo en la belleza de la existencia.
A pesar de esta distancia que nos separa físicamente, quiero que entiendan que siempre estarán en mi corazón. No es una frase hecha, no es un consuelo vacío. Es una verdad tan real como el aire que respiro. Cada latido lleva su nombre, cada pensamiento los busca, cada sueño los incluye. Ustedes habitan en mí de una manera que ninguna distancia puede alterar.
Los amo con una intensidad que las palabras apenas pueden rozar. Los amo en sus triunfos y en sus caídas, en sus certezas y en sus dudas, en su risa y en sus lágrimas. Los amo en cada versión de ustedes mismos que han sido y en cada versión que serán. Mi amor por ustedes no conoce condiciones, no tiene límites, no entiende de fronteras.
Quisiera estar ahí para verlos crecer, para ser testigo presencial de cada momento importante, de cada pequeña victoria cotidiana. Quisiera poder abrazarlos cuando el mundo se pone difícil, celebrar con ustedes cuando algo maravilloso sucede, simplemente estar ahí, presente, disponible. Pero ya que la vida ha decidido otro camino, les pido que lleven mi amor como un escudo invisible, como una luz que los acompañe incluso en los días más oscuros.
Sepan que aunque no pueda estar físicamente a su lado, mi espíritu los acompaña siempre. En cada decisión importante que tomen, en cada momento de duda, en cada alegría que celebren, ahí estaré, invisible pero innegable, amándolos con la fuerza de mil presencias.
Ustedes son mi legado más hermoso, mi mayor tesoro, la evidencia de que el amor verdadero nunca se acaba, solo se transforma, se adapta, encuentra nuevas formas de manifestarse. Y aunque esta distancia duela, aunque las restricciones pesen, nada podrá jamás separarnos del vínculo profundo que nos une.
Los amo más allá de la distancia, más allá del tiempo, más allá de todo.
Siempre, suyos su abuelito Ricardo
Nos vemos en el espejo, donde las mentiras nos atormentan.
Los quiero hasta el infinito y más allá. Se les quiere que jode, y sobre todo de gratis.

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