Archivar en Lugar de Bloquear


Por: Ricardo Abud

Una reflexión sobre las conversaciones que guardamos y las que dejamos ir.

Hay algo profundamente humano en la manera como manejamos las conversaciones que ya no queremos sostener. Entre el bloqueo definitivo y el silencio elegido, existe un territorio intermedio que pocas veces exploramos con la delicadeza que merece: el archivo.

Bloquear es un acto de violencia digital. Es levantar un muro invisible pero infranqueable, es decir "ya no existes en mi mundo" con la frialdad de un click. Cuando bloqueamos a alguien, no solo cerramos una puerta; la sellamos con cemento. Es una declaración de guerra contra la posibilidad misma del reencuentro. El dolor mata. 

Pero ¿Qué pasa cuando el dolor no amerita tanta radicalidad? ¿Cuándo lo que necesitamos no es la negación total del otro, sino simplemente... ¿Hay espacio para respirar?

Archivar una conversación es como guardar una carta en un cajón. Está ahí, existe, pero no nos grita cada mañana exigiendo atención. Es un acto de compasión hacia nosotros mismos y hacia esa persona que, aunque ahora nos duela, alguna vez fue importante.

El archivo respeta la historia. Reconoce que hubo algo real, algo que valió la pena, pero que ahora necesita descansar en el silencio. No es odio, es pausa. No es venganza, es autocuidado.

El contacto cero no requiere muros digitales para ser efectivo. Requiere algo mucho más difícil: disciplina emocional. Es la diferencia entre que te prohíban entrar a una tienda y decidir por ti mismo no hacerlo. Una habla de imposición, la otra de fortaleza interior.

Cuando elegimos el contacto cero sin bloquear, estamos diciendo: "Soy lo suficientemente fuerte para no buscarte, incluso sabiendo que podría hacerlo." Es un ejercicio de autorespeto que nos enseña que podemos confiar en nuestras propias decisiones.

Esa conversación archivada se convierte en un testimonio silente de lo que fuimos capaces de sentir. Cada mensaje no leído es una prueba de nuestra evolución, cada notificación ignorada es un pequeño acto de resistencia contra nuestros propios impulsos autodestructivos.

No necesitamos borrar para sanar. No necesitamos destruir para avanzar. A veces, la curación más profunda viene de saber que algo está ahí, esperando, pero que nosotros somos lo suficientemente sabios para dejarlo en paz.

Hay una paradoja hermosa en mantener disponible lo que elegimos no usar. Es como tener las llaves de una casa a la que decidimos no regresar. El poder está en tener la opción y elegir conscientemente no ejercerla.

Esa conversación archivada nos recuerda que somos seres con capacidad de elección, no víctimas de nuestros impulsos. Que podemos amar y soltar, recordar y avanzar, guardar y no regresar.

Al final, el silencio elegido tiene una dignidad que el bloqueo nunca podrá igualar. Es la diferencia entre huir y caminar hacia otra dirección con la cabeza en alto. Es reconocer que merecemos paz sin necesidad de declarar guerra.

Esa conversación archivada, esa persona no contactada, ese número no bloqueado... Todo eso habla de una madurez emocional que entiende que la verdadera fortaleza no está en nuestras defensas, sino en nuestra capacidad de elegir conscientemente nuestras batallas.

Porque al final, lo que nos sana no es la imposibilidad de regresar, sino la certeza de que no queremos hacerlo. Hoy archivo, no bloqueo. 


Y eso, al final, ya no es tu carga. 

 Nos vemos en el espejo, donde las mentiras nos atormentan. 
Los quiero hasta el infinito y más allá. Se les quiere que jode, y sobre todo de gratis.

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