Queridos supervivientes de relaciones tóxicas, hoy vengo a contarles una historia que confirma que el universo no sólo tiene sentido del humor, sino que además cobra por minuto como operadora telefónica de los años 90.
Era una tarde cualquiera. Yo, en mi noble misión de ser una persona funcional, cuando de repente mi teléfono vibra con la sutileza de un terremoto de magnitud 7. Era ella. Mi ex. La que podría ganar el Oscar a "Mejor Actuación Dramática en una Discusión por WhatsApp".
Al parecer, su nueva conquista había decidido aplicar la técnica del "fantasma" (desaparecer sin explicación), dejándola con más drama acumulado que una telenovela mexicana de 200 capítulos. Y como todo ser humano maduro y equilibrado, decidió que la mejor terapia era... ¡joderme la tarde a mí!
"¿Por qué no funcionamos?" - llegó el primer mensaje.
Yo, en mi infinita sabiduría post-ruptura, intenté el clásico:
— Mira, creo que ya hablamos suficiente cuando me dijiste que era un...Yo, en mi inocencia, pensé que podría dar una respuesta civilizada. Error. ERROR GARRAFAL. Fue como alimentar a un gremlin después de medianoche.
— ¡NO ME INTERRUMPAS! —continuó ella, con la pasión de un político en campaña— ¡Tengo muchas cosas que decirte y...!
Los mensajes empezaron a llover como granizo en pleno verano. Cada respuesta mía generaba tres de ella. Era como una hidra mitológica, pero en lugar de cabezas, eran párrafos de reproches existenciales.
"Nunca me entendiste"
"Siempre fuiste así"
"Por eso no pudimos..."
Mi saldo de teléfono comenzó a sudar frío. Los números bajaban más rápido que mi autoestima durante nuestra relación, se me acabó el saldo. Y justo cuando pensé que la situación no podía ser más absurda...
RING RING
Señores y señoras del jurado, ese fue el momento exacto en que me di cuenta de que había salido con la versión femenina de un villano de película de superhéroes. Una persona tan determinada a arruinarme la tarde que estaba dispuesta a invertir su propio dinero en el proceso.
¿Se imaginan el nivel de compromiso que requiere esto? Esta mujer, que supuestamente me odiaba con cada fibra de su ser, acababa de hacer algo que ni mi propia madre haría: recargarme el teléfono para poder seguir peleando conmigo vía mensaje.
Es como si un ladrón te dijera: "Oye, se te olvidó cerrar la puerta con llave, déjame ayudarte para poder robarte mejor".
Mi teléfono seguía sonando. Era ella.
"Te acabo de hacer una recarga. Sigamos hablando."
Amigos, en ese momento entendí que había alcanzado un nivel de toxicidad tan avanzado que ella literalmente estaba financiando nuestra discusión. Era como si hubiera contratado un servicio premium de "Destrucción Emocional On Demand".
"¿Me hiciste una recarga para seguir peleando?" - le pregunté, incrédulo.
"Sí, necesito que me expliques..."
Y ahí fue cuando colgué. No por valor, no por dignidad, sino porque mi cerebro se había desconectado temporalmente para procesar la magnitud del sinsentido.
Pero ella, fiel a su estilo, siguió escribiendo. Ahora tenía saldo infinito gracias a su propia inversión en el drama. Era como un crowdfunding de la toxicidad.
Esa tarde aprendí varias lecciones valiosas:
1. El karma no solo existe, sino que además viene con plan de datos ilimitado.
2. Hay personas tan comprometidas con ser tóxicas que están dispuestas a pagar por ello.
3. Si tu ex te recarga el saldo para seguir discutiendo, no es amor, es una adicción muy cara.
4. La madurez emocional no se vende en las tiendas de recarga telefónica.
Al final, cuando por fin dejó de escribir (después de decirme que jamás me volvería a contactar... otra vez), me quedé mirando mi teléfono con una mezcla de horror y admiración. Tenía 50 Bs de saldo nuevos, cortesía de mi ex, y un chat lleno de mensajes que parecían una novela de drama mal escrita.
Es entonces cuando te das cuenta de que algunas personas no te dejan ir no porque te amen, sino porque necesitan un público cautivo para sus propios dramas internos. Y cuando ese público se queda sin saldo, bueno... problem solved con una recarga.
Hoy, cada vez que veo mi saldo completo, recuerdo esa tarde surrealista y sonrío. Porque entendí que el verdadero amor no te hace una recarga para poder lastimarte mejor. El verdadero amor te manda un audio de dos segundos diciendo "te amo" y ya.
Mientras tanto, en algún lugar del mundo, ella probablemente está explicándole a su terapeuta por qué gastó 50 Bs en financiar una pelea con su ex.
Tres días después, recibí un WhatsApp: "¿Ya se te acabó el saldo que te regalé? Porque tengo más cosas que decirte 🙄"
Inmediatamente cambié mi número.
A veces, el amor no es ciego, pero la toxicidad sí es muy, muy generosa con las recargas telefónicas.
Y yo aquí, escribiendo esta historia, agradecido de que algunas personas sean tan predeciblemente impredecibles que nos regalan anécdotas para toda la vida.
Fin.
Moraleja: Si tu ex te paga para discutir, considéralo un trabajo de medio tiempo muy mal pagado y renuncia inmediatamente.
P.D.: El saldo que me recargó me duró exactamente 29 mensajes más. Los conté. Porque cuando la vida te da limones tóxicos, al menos puedes hacer una estadística divertida. De que pasa, pasa jajajajajaja.
Nos vemos en el espejo, donde las mentiras nos atormentan.
Los quiero hasta el infinito y más allá. Se les quiere que jode, y sobre todo de gratis.
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