El Lamento del un Alfa


Por: Ricardo Abud

¿Saben cómo uno se quita esta sed de conquista? Esta necesidad ancestral, primitiva y diaria de sentirse el alfa dominante. ¿A qué edad se quita esto, hermanos, que yo lo estoy necesitando ya? Que a mí, panas, este instinto de cazador me va a matar. No, yo no sé qué voy a hacer.

¿Qué clase de terapia new age hay que hacer? ¿A qué gimnasio hay que ir a levantar pesas hasta quedar como gorila? ¿A qué ring de MMA hay que meterse? Dios santo, bendito creador del cielo y la tierra, ¡baja! ¡Baja de una vez! 

¿Cómo es posible que Dios me haya dado tanto músculo, tanta testosterona, tanto instinto de proveedor, y ni una mísera, mísera oportunidad de demostrar mi valía? ¿Para qué me dio estos brazos si no tengo ni un frasco que abrir diariamente? ¿Para qué esta mandíbula cuadrada si no tengo a quién proteger del peligro?

Realmente eso es lo único que extraño de tener novia: poder ser el macho protector diariamente como terapia ocupacional, cargar las bolsas del supermercado, matar las cucarachas, ser el que toma las decisiones difíciles, marcar territorio como león en la sabana, ¡Dios mío!

Es que necesito sentirme útil, hermanos. Necesito que alguien dependa de mi fortaleza. Miren, yo tengo manos de obrero, espalda de cargador, instinto de guardaespaldas, y aquí estoy viendo Netflix en calzoncillos como un pensionado. ¡Esto no puede ser!

Estoy a un mensaje de Instagram de cometer una pendejada. Es que yo no sé si comprarme una moto deportiva que no necesito, tatuarme algo tribal que no entiendo, unirme a un club de motociclistas, empezar boxeo a los 35 años, o simplemente ir al bosque a gritar como Tarzán hasta que se me quite esta crisis existencial de macho en extinción.

Mi testosterona está pidiendo acción a gritos, muchachos. Yo necesito competir, ganar algo, conquista algo, construir algo con estas manos, ¡carajo! No puede ser que mi mayor logro del día sea armar un mueble de IKEA sin que me sobre una pieza.

¿Ustedes creen que si me voy a la montaña y me hago ermitaño se me quita? ¿O si aprendo artes marciales mixtas? ¿O si me compro una pickup gigante que consume más gasolina que un avión? 

Yo no sé, yo no sé, yo no sé, yo no sé, yo no sé. Pero algo hay que hacer antes de que termine comprando proteína en polvo que no voy a usar y apuntándome a un gimnasio que voy a abandonar en febrero.


Y eso, al final, ya no es tu carga. 

 Nos vemos en el espejo, donde las mentiras nos atormentan. 
Los quiero hasta el infinito y más allá. Se les quiere que jode, y sobre todo de gratis.

Publicar un comentario

0 Comentarios