Hay momentos en la vida que nos atraviesan como un relámpago silencioso. Momentos que nos hacen detenernos en mitad del camino y preguntarnos: ¿Qué clase de persona acabo de dejar ir?
Imagina por un instante que rompes el corazón de alguien. No de cualquier manera, sino de esa forma profunda que deja grietas invisibles pero permanentes. Y aun así, esa persona te sigue hablando. No con rencor. No con frialdad. No con ese silencio ensordecedor que suele llegar después del dolor. No. Te sigue hablando con la misma energía de siempre, con el mismo amor intacto, con el mismo respeto que parecía inquebrantable.
Es entonces cuando lo entiendes: acabas de perder a una gran persona.
Y lo más demoledor de todo es que no se fue porque quisiera dejarte. No huyó buscando un refugio lejos de ti. No cerró la puerta y tiró la llave al vacío. Se fue porque tú se lo pediste. Porque fuiste tú quien, con palabras o silencios, marcó el final del camino. Tú quien decidió que ese amor, tan puro y generoso, ya no tenía lugar en tu vida.
¿Lo ves ahora?
Existe una clase de amor que desafía toda lógica. Un amor que no exige reciprocidad para existir, que no se apaga aunque le nieguen oxígeno. Es el amor de esas personas que, incluso en la despedida, te ofrecen su mejor versión. Que no convierten tu decisión en un campo de batalla, sino que la respetan con una dignidad que duele más que cualquier reproché.
Esas personas son raras. Son de esas que la vida no fabrica en serie. Y cuando las dejas ir, algo dentro de ti lo sabe. Quizás no ese mismo día, tal vez no esa misma semana. Pero lo sabrás. En una noche cualquiera, en un momento de quietud, lo sentirás: ese vacío particular que solo dejan quienes amaron sin condiciones.
Por eso, si alguna vez te encuentras en esa encrucijada, si tienes frente a ti a alguien que te ama con esa clase de amor que no pide pero lo da todo, haz una pausa. Respira hondo. Y pregúntate si realmente estás listo para vivir sin esa luz en tu vida.
Porque algunas pérdidas no se miden en lo que nos quitan, sino en lo que nosotros mismos decidimos soltar.
"Y eso, créeme, no se olvida. No se olvida jamás."
Nos vemos en el espejo, donde las mentiras nos atormentan.
Los quiero hasta el infinito y más allá. Se les quiere que jode, y sobre todo de gratis.

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