Para ti, papá.


Por: Ricardo Abud

Hay momentos en la vida donde las palabras parecen pequeñas, insuficientes para contener todo lo que el corazón necesita decir. Este es uno de esos momentos, papá. Pero aquí estoy, intentando dejarte saber que todo está bien, que puedes descansar tranquilo.

Durante años fuiste tú quien ahuyentó mis miedos, quien encendió las luces cuando la oscuridad me asustaba, quien me enseñó que los monstruos no eran reales y que siempre estarías ahí. Hoy los papeles cambian, y quiero que sepas que ahora soy yo quien cuida de ti, quien te sostiene la mano, quien espanta cualquier sombra que intente acercarse.

No necesitamos ser perfectos, papá. Ambos lo sabemos. Cometimos errores, como todos los seres humanos. Pero eso nunca importó realmente, ¿verdad? Lo que importa es esto: el amor que compartimos, las risas, las enseñanzas, los momentos sencillos que construyeron nuestra historia juntos.

Recuerdo tu voz diciéndome que todo iba a estar bien, incluso cuando tú mismo no estabas seguro. Recuerdo tus manos, esas mismas manos que ahora sostengo, trabajando incansablemente por nuestra familia. Recuerdo tu mirada, llena de esperanza y fortaleza, que me enseñó a levantarme cada vez que caía. Todo eso vive en mí, papá. Todo eso permanece y permanecerá siempre.

Sé que este camino no ha sido fácil. Sé que has luchado con valentía, con una fuerza que solo los verdaderos guerreros poseen. Pero ahora ya no tienes que pelear más. Ya no tienes que cargar con nada. Permítete sentir paz, permítete flotar hacia ese lugar donde no existe el dolor, donde solo hay luz y calma.

Quiero que sepas que la familia está bien. Que seguiremos adelante honrando tu memoria, viviendo con los valores que nos inculcaste. Tu legado no está en las cosas materiales, sino en cada uno de nosotros, en cómo amamos, en cómo enfrentamos la vida, en cómo cuidamos a los demás. Eso es lo que nos dejaste, y es el tesoro más grande que pudimos recibir.

Y aunque la despedida duela, aunque saber que no estarás físicamente aquí me rompa el alma, encuentro consuelo en algo: en que fuiste mi padre, en que compartimos esta vida juntos, en que me diste el privilegio de conocerte, de aprender de ti, de amarte. No todos tienen esa suerte, papá. Yo la tuve. Y por eso, incluso en medio del dolor, solo puedo decir gracias.

Ahora descansa. Yo me encargo de los monstruos.

Con todo mi amor,  
Tu hijo Ricardo


Y eso, al final, ya no es tu carga. 

 Nos vemos en el espejo, donde las mentiras nos atormentan. 
Los quiero hasta el infinito y más allá. Se les quiere que jode, y sobre todo de gratis.

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