Cuando volver no es retroceder


Por: Ricardo Abud

Hay historias que desafían todo lo que creemos saber sobre el final de las relaciones. Esas historias donde dos personas que se amaron, se separaron, y después de caminar por senderos distintos, descubren que el amor nunca se fue realmente. Solo esperaba el momento adecuado para resurgir, transformado y maduro.

Vivimos en una cultura que nos enseña que cuando una relación termina, debe ser para siempre. Que volver es sinónimo de fracaso, de no haber aprendido la lección, de estar condenados a repetir los mismos errores. Pero la vida, esa maestra impredecible, a veces nos muestra que no todos los finales son definitivos.

A veces, separarse no es el punto final de una historia de amor. Es solo una coma necesaria en una narrativa más compleja. Un paréntesis donde ambas personas necesitaban crecer, sanar, descubrir quiénes eran fuera de esa relación. Porque el amor verdadero no siempre significa estar juntos en todo momento; a veces significa amarse lo suficiente para soltar, para permitir que el otro encuentre su camino, su reconstrucción.

Imagine por un momento el valor que se necesita para hacer esa llamada. Para marcar un número que conoces de memoria pero que no has usado en meses, quizás años. Para decir, sin garantías, sin saber qué respuesta recibirás: "Mis sentimientos están intactos. Te amo, y quiero que lo sepas."

Esa honestidad brutal, esa vulnerabilidad desnuda, es uno de los actos más valientes que puede realizar un ser humano. No es desesperación; es claridad. No es dependencia; es autenticidad. Es reconocer que hay sentimientos que trascienden el orgullo, el miedo al rechazo, las expectativas sociales.

En un mundo donde guardamos tanto, donde medimos cada palabra por temor a parecer "demasiado", hay algo profundamente liberador en simplemente decir la verdad. En cumplir con nuestros propios sentimientos, como se diría, sin esperar nada a cambio más que la paz de haber sido auténticos.

Aquí radica la clave de todo: no es lo mismo volver que regresar. Regresar es intentar reconstruir exactamente lo que fue, con las mismas dinámicas, los mismos patrones, las mismas expectativas. Es negarse a aceptar que el tiempo ha pasado y que ambos han cambiado.

Volver, en cambio, es elegir construir algo nuevo con alguien conocido. Es reconocer la historia compartida, pero no como una cadena que los ata al pasado, sino como los cimientos sobre los cuales edificar algo diferente. Mejor. Más consciente.

Esta nueva construcción viene con ingredientes que quizás no existían antes: límites más claros, mayor autoconocimiento, la sabiduría que da haber vivido otras experiencias. Es amor con conciencia, no solo con pasión. Es una admiración renovada, no solo familiaridad cómoda.
Una de las revelaciones más profundas que puede traer este reencuentro es la comprensión de que el amor verdadero no posee, libera. Muchas relaciones fracasan precisamente porque confundimos amor con posesión, intimidad con fusión total, compromiso con pérdida de individualidad.

Cuando dos personas vuelven a elegirse después de haber vivido separadas, lo hacen desde un lugar diferente. Saben que pueden vivir sin el otro, por lo tanto, estar juntos es una elección consciente, no una necesidad desesperada. Esta nueva perspectiva cambia toda la dinámica de la relación.

Los nuevos acuerdos de los que habla la experiencia no son reglas rĂ­gidas, son entendimientos mutuos nacidos de la madurez. Son reconocimientos de que cada uno es un ser completo e independiente que elige compartir su vida con el otro, no porque lo necesite para completarse, sino porque esa uniĂłn enriquece la existencia de ambos.

Esta nueva forma de relacionarse no se trata de frialdad o de mantener distancias emocionales. Se trata de amar desde la abundancia, no desde la carencia. Es la diferencia entre decir "no puedo vivir sin ti" y "elijo vivir contigo". Entre "me completas" y "me complementas".

Al final, estas historias de reencuentro nos enseñan algo fundamental: el amor duradero no es magia, es decisión. No es algo que simplemente sucede, es algo que elegimos que suceda, una y otra vez, día tras día.

La magia está en los comienzos, en esas primeras miradas, en el descubrimiento mutuo. Pero la verdadera profundidad está en elegir a la misma persona después de haberla conocido completamente, después de haber visto sus sombras y sus luces, después de haber experimentado tanto las alegrías como las dificultades de estar juntos.

Elegir de nuevo a la misma persona no es falta de opciones; es tener muy claro lo que quieres y valorar lo que tienes. Es reconocer que en este mundo lleno de conexiones superficiales y relaciones desechables, encontrar a alguien con quien puedas construir una historia real, profunda y significativa, es un tesoro que merece ser cuidado.

Estas historias no están aquí para sugerir que todas las relaciones que terminan deberían tener una segunda oportunidad. Algunas separaciones son necesarias y definitivas, y eso también está bien. Están aquí para recordarnos que el amor es más complejo, más matizado, más impredecible de lo que nuestras reglas sociales nos hacen creer.

Nos invitan a cuestionar nuestras ideas preconcebidas sobre el fracaso y el éxito en el amor. Nos enseñan que a veces, la mayor muestra de amor es la honestidad de reconocer nuestros sentimientos, sin importar cuán vulnerables nos haga parecer.

Y sobre todo, nos recuerdan que en un mundo que cambia constantemente, donde las relaciones humanas se vuelven cada vez más complejas, el amor auténtico sigue siendo una de las fuerzas más poderosas y transformadoras que existen.

Nadie  enseña el camino de regreso, nadie dijo cĂłmo sanar lo que estaba roto, cĂłmo reconstruir los puentes que separan, por el contrario todos te dicen cĂłmo abandonar. Entre tanto sĂłlo el corazĂłn susurra como volver. Y asĂ­, en medio de la marea de voces que empujan a seguir adelante y a vivir en soledad, tu alma y tus sentimientos te aferran  a su instinto, VOLVER. 

No importa cuántas veces hayamos escrito la historia, siempre tenemos la posibilidad de escribirla de nuevo, con más sabiduría, más amor y más conciencia. Y eso, en sí mismo, es una forma de magia muy real y muy humana.

Y eso, al final, ya no es tu carga. 

 Nos vemos en el espejo, donde las mentiras nos atormentan. 
Los quiero hasta el infinito y más allá. Se les quiere que jode, y sobre todo de gratis.

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