Tallin es una ciudad que vive entre dos mundos: el de su glorioso pasado medieval y el de su compleja herencia soviética. Al caminar por sus calles, se puede sentir cómo la historia late en cada rincón, incluso en aquellos capítulos que algunos han querido borrar o suavizar. Es cierto que el pasado soviético dejó cicatrices y sombras, pero también es parte indeleble de la identidad de este lugar y de toda Estonia. La historia no se puede borrar; está escrita en las piedras, en la arquitectura, en la memoria colectiva de su gente.
La huella soviética se percibe en los contrastes: en los edificios funcionales que aún sobreviven junto a las torres góticas, en los monumentos que, aunque cargados de controversia, recuerdan un tiempo que marcó profundamente a esta región. Borrar el pasado no es posible, ni tampoco necesario, porque en él se encuentran las lecciones que ayudan a construir un presente más libre y un futuro más consciente.
Estar aquí, siento cómo Tallin sigue adelante, con orgullo de su identidad y de su resiliencia. Es un recordatorio de que la historia no es algo que se pueda esconder, sino algo que debemos entender, aceptar y honrar, porque nos hace quienes somos.
Este es un viaje especial, porque estoy cumpliendo un sueño que nació hace décadas, cuando era estudiante en la URSS. Siempre quise visitar las tres Repúblicas Bálticas, esos lugares llenos de historia, cultura y una belleza singular que, en aquel entonces, parecían tan cerca y a la vez tan lejanos. No pude hacerlo en su momento, pero la vida, con su magia y sus giros, me ha traído hasta aquí, hasta Tallin, la capital de Estonia.
Caminar por las calles de esta ciudad es como abrir un libro de cuentos. Sus murallas medievales, las torres de vigilancia, los tejados rojizos y las calles adoquinadas me transportan a otra época. Es una ciudad que ha sabido preservar su alma histórica, pero que al mismo tiempo late con la energía vibrante de lo moderno. Desde la cima de Toompea, con una vista espectacular al mar Báltico, siento que estoy viviendo una conexión entre mi pasado y mi presente.
Me lo estoy gozando todo, desde la gastronomía local hasta el suave viento que acaricia el puerto. Este momento es la prueba de que los sueños tardan, pero llegan. Tallin me abraza con su mezcla de historia y vida contemporánea, y yo me dejo envolver por su magia. Es un viaje que vale por todos los años de espera. Hoy la camino hacia Riga otra de las capitales de las repúblicas del Báltico.
Y eso, al final, ya no es tu carga.
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