jueves, 2 de agosto de 2012

Nuestros adultos mayores

Nuestros adultos mayores
(Dedicado a mi madre, a mi bella vieja Aura)
Ricardo Abud

Con el pasar de los años nuestra vida va transformándose en un caudal de experiencias que ineludiblemente, se ven reflejadas en nuestra apariencia física. Vamos sembrando en nuestro deambular por esta vida terrenal muchos sentimientos encontrados, sentimientos que arropan un caudal de recuerdos.



Los recuerdos traen por si sólo un marcado proceso retrospectivo de análisis, tiempo sobra para recrearlos en nuestra memoria, entender los buenos y malos momentos que nos plenaron de felicidad e infelicidad. Surgen incertidumbres y tratamos de recomponer en nuestra memoria cada uno de los muchos acontecimientos que nos tocó vivir, sobre todo los relevantes, ya que son los que hemos almacenado en nuestro chip espiritual. Se hace imposible corregirlos en la mayoría de los casos. Nos lamentamos de todo el tiempo que perdimos, las causas que nos llevaron a que fuera de ese modo, más sin embargo, sólo podremos lamentarlo, no podemos retomar la vida en esos puntos del tiempo, ya que es simplemente irreversible. Desmontamos nuestros miedos sin ninguna consecuencia, ya no hay forma de regresar.


Por decisión personal, he tratado de no ser parte del tráfico caraqueño, he asumido como medio de trasporte el metro con todas sus imperfecciones, sin lugar a dudas la satisfacción es recuperar parte del tiempo que dejo de vivir  por estar inmerso en una cola, he mejorado mi juego de dominó, dado una aplicación que pude instalar en mi teléfono, el tiempo pasa sin mayores contratiempos. Decidí viajar en el vagón donde nuestros adultos mayores tienen sus puestos designados, la experiencia ha sido maravillosa. Observar las facciones de estos seres que hoy son colmados de tranquilidad relativa, es sinónimo de paz. Han sembrado espacios de amor, de ternura, cariño y han posibilitado, en la mayoría de los casos, trascendencia. Rostros afables, otros menos.

Escucharlos discutir, o sólo ser parte del cansancio en el huerto de sus años vividos, es en demasía, una satisfacción que me permite ser en extremo solidario y humano con estos, nuestros adultos mayores. La humildad reflejada en algunos de sus rostros nos da una prerrogativa interesante,  ávida de conocer, de indagar, de escarbar en los recuerdos y proyectarlos al presente con la autonomía de sus conocimientos. Sed de encontrar el punto donde sus vidas dieron el traspié hacia la soledad del alma. Nada fácil, pero muy alentador.

Recurrencia en la divinidad de sus miradas inmutadas con el paso de los años, qué travesura rondará en sus recuerdos cuando la risa, de manera automática, llega a sus labios profanando la interioridad de la luz. El gozo es inmenso como la melancolía.

La paz de saber que la tarea está cumplida. Han  procreado y criado, hay descendencia que brindará nuevas emociones, nietos o nietas que sólo serán el eslabón para compartir en la complicidad, no hay que llevar el pan a la casa, no es el día a día, sólo disfrutar los buenos y pocos momentos que restan de vida. La pensión ayudará a cubrir las medicinas para seguir alargando un poco el tiempo, antes del reposo final.

Por el contrario, escuchaba a alguien esgrimir que hoy los abuelos y abuelas son modernos, están en la calle trabajando, los tiempos han cambiado, lo que no dicen es que el cambio de igual forma nos ha traído madres y padres en extremo jóvenes, la labor se multiplica por dos, para esos abuelos y abuelas modernos, no han terminado el rol de padres y tienen que asumir el de abuelos sin abandonar las responsabilidades de padre, o simplemente seguir trabajando para no enfermarse. Verdad Humberto, qué serían de ti las calles de Caracas si tú, con tu Buseta, no las recorrieras… O mi querida madres deambulando por la cas y buscando algo que hacer, para que el aburrimiento no la consuma.

Hoy la modernidad cargada de mucha innovación nos da la posibilidad de estar más en contacto con nuestros adultos mayores que tanto amamos, le regalamos un celular sin preguntar si los quieren o no, nuestra tranquilidad tiene un precio para lo cual ellos deben esclavizarse a nuestros designios.  No hay medias tintas.

A nuestros adultos mayores hoy en Venezuela se les reivindica y son tomados en cuenta por primera vez, un logro de la Revolución Bolivariana, gracias a la sensibilidad de nuestro Presidente tienen un lugar hoy en la sociedad mas allá de lo demagógico, duélale a quien le duela, es una verdad innegable y difícil de tapar

Consentirlos debe ser un paradigma, entenderlos como a los niños y niñas que son, un deber. Un adulto mayor no podemos etiquetarlo en el olvido, es un ser teñido de blanco cargado de mucho saber. Sabiduría plena.

Son la risa que colma nuestras vidas y sobre todo la esperanza de seguir siendo la continuación de sus enseñanzas, de sus vivencias, costumbres y sobre todo difuminar el legado de amor que dejaron sembrado en nuestra alma.

A mis adultos mayores que hoy siguen gozando de la vida, sigan echándoles bolas, sin ustedes la vida seria muy triste, a los que se fueron seguro allanaran el camino para el reencuentro final. Los quiero y los quise que jode. Sin condiciones, amor del bueno y sobre todo GRATIS.



EL ABUELO
(Evocando a Neruda…)

Caminando va por la vereda,
Muy lejano está su pensamiento.
Piensa en el ayer, vuelve su cabeza,
Deja de soñar y piensa.

Años que se van y no regresan,
Frases que se van y nada dejan,
Vienen a juntarse hoy en su recuerdo,
Pero al caminar, se alejan.

Con ojos abiertos trae a su mente
Gente que admiró cuando era niño,
Más la lluvia de hoy, no es la misma de antes,
Él ha visto ya noventa inviernos.

Sabe que será corta su espera,
La vida le hará su despedida
Y no le hace caso, pues está de acuerdo
Con alguien que también partió.

El abuelo dice, con satisfacción,
“Confieso que he vivido.”

En Memoria, de mi abuela (Rafaela), de mi padre (Alfredo Abud) de la tía Carmen y del padrino Antonio, de Rafael,  tío Emilio y de Juana, de Titi y de mi muy querido y siempre recordado Blanco.

Se le quiere que jode, y sobre todo de gratis,.

Nos vemos en el espejo, donde las mentiras nos atormentan,.

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