miércoles, 1 de noviembre de 2017

Historias

Cualquier espacio sin importancia es una historia viva que trasciende y se pierde más allá de la compresión humana, detrás de una risa o una lágrima hay una historia que solo conoce el protagonista de esas expresiones.

La dinámica diaria no nos permite asimilar emociones que cubren los rostros de las personas que día a día cruzan por nuestro camino, incomprensible deambulamos absorbiendo la vida propia, donde nuestras preocupaciones o alegrías escapan de la similitud de historias invisibles que atraviesan nuestro pensamiento. Magnificamos nuestras inquietudes y subliminalmente las extendemos en nuestra arrogancia para sentir más dolor o más placer.

Nuestro decoro e impudicia lo utilizamos para victimizarnos y abogarnos la razón de todo acontecimiento que marca un capricho en las páginas de nuestra privacidad y lo convierte en una página más del libro no terminado de nuestras vidas.   

La aporía de nuestros pensamientos sustituye la intangibilidad de eso que algunos llaman inteligencia artificial y no nos permite avanzar, la manipulación nace y comienza el juego de la insensibilidad, las culpas son de otros en una historia que habíamos pintado bonita, pero sin final bonito.

Cargamos nuestra impaciencia y por momentos nuestros pensamientos se retrotraen en l pasado en una revisión insensata de la historia que nos tocó vivir, no escribimos mas paginas por minutos o segundos y pasamos mucho tiempo sumergidos tratando de entender pasajes de la vida y nos estancamos de manera inmisericorde en la estupidez. Detenemos la escritura de más letras en el tiempo.

El sueño se mantiene con un detonante que desborda sensaciones que se esfuman tan pronto abrimos el aura de un nuevo día. Utilizamos toda clase de artificios para conseguir lo que queremos más allá de la burla de sentimientos ajenos,  el egoísmo lo transformamos en hábitat de nuestro proceder, la burla es el pandemonio de la insurrección del amor.

La dilección nunca será argumento,  recurrimos a él para manejarlo a nuestro paso y lo desechamos cuando deja de cumplir una razón para seguir, nos desbocamos y con terquedad dejamos de andar al lado de quien lo profesa, somos fuertes y la debilidad la manejamos a nuestro antojo, hipócritas por pasión.

La historia de nuestra vida la centramos en culpar a los demás de nuestros pesares,  asociamos la ignorancia con la indecencia, solo nos ocupamos de nuestro porvenir. Materializamos la pasión y escodemos el sentir en la metáfora incondicional de la insolencia, sacamos provecho del amor y cual nesciente universitario estructuramos la sapiencia vulgar de la insensatez. Somos insensibles vertebrados buscando el provecho a nuestra holgazanería, esas páginas de nuestra vida solo las leemos en privado, son cómplices de la astucia para sobrevivir.

Cuando nos ponemos frente al espejo encontramos una belleza desmedida a menos que nos observemos y veremos una historia que ocultamos, surge la duda y la vergüenza aflora sin menoscabo de pasiones estereotipadas, la sembramos y  cultivamos   en nuestra alma para mantener el detonante de la imperfección.


Siempre habrá una historia que contar y otra que ocultar, el tiempo de dios es perfecto y todo lo que hoy valoramos o dejamos de valorar en cualquier momento el arrepentimiento nos alcanzara y nos matara de mucho dolor al saber que hemos dejado de escribir muchas caracteres en la máquina del tiempo que nos arropa para despedir el final de nuestras vidas, cerrando el libro de la historia, en el espacio y el tiempo promovido en el trascurrir de nuestro periplo  por el mundo terrenal.     

Se le quiere que jode, y sobre todo de gratis,.
Nos vemos en el espejo, donde las mentiras nos atormentan,.

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