Dos promesas que nacen del dolor y se convierten en amor


Por: Ricardo Abud

Hay cicatrices que no se ven a simple vista, pero que pesan más que cualquier marca visible. Las mías están ahí, grabadas en lo profundo, recordando cada día quién fui y quién decidí ser. Y es desde ese lugar de transformación, desde esa verdad desnuda, que hoy te hablo.

Hay dos promesas que puedo hacerte, y no las hago a la ligera. Son compromisos nacidos del quebranto, forjados en el fuego de mis propias heridas. La primera: nunca te voy a lastimar de la manera que lo hicieron conmigo. La segunda: te voy a amar de todas las formas que nadie ha sido capaz de amarme a mí.

Sé lo que es sentirse desechable. Conozco el sabor amargo de ser tratado como si no valieras nada, como si fueras una opción más en una lista interminable de posibilidades. Ese dolor que te carcome por dentro cuando comprendes que para alguien más, tú eres prescindible. Por eso nunca permitiré que te tiren así. Nunca dejaré que experimentes esa sensación de vacío, de ser la última opción cuando deberías ser la única.

Te voy a amar de esa manera que solo yo sé cómo. Porque he aprendido en carne propia lo que es la ausencia de amor verdadero. He caminado por desiertos emocionales donde la sed de afecto era insoportable, donde cada paso era un ruego silencioso por un poco de compasión, por un gesto genuino de cariño.

Cuando te miro, no solo veo tu belleza externa. Veo mucho más. Veo esas heridas que has tenido que sanar en soledad, sin manuales, sin guías, solo con tu instinto de supervivencia. Veo las cicatrices invisibles de cada vez que caíste y rogabas para que alguien te ayudara a levantarte. Pero no. Nadie estuvo ahí. Y aun así, golpe tras golpe, te hiciste más resiliente.

Esa fortaleza tuya me conmueve profundamente. Porque reconozco en ti mi propia batalla. Ambos hemos conocido el suelo frío de la desesperanza, ambos hemos tenido que levantarnos sin fuerzas, impulsados únicamente por algo más grande que el dolor: las ganas de vivir. Esas ganas que, contra todo pronóstico, resultaron ser más fuertes que las de rendirse.

Todo lo que has vivido no es tu debilidad, es tu fortaleza. Y lo veo. Lo aprecio con cada fibra de mi ser. Por eso te voy a poner primero, siempre. No como un acto heroico, sino como una decisión consciente. Voy a recordar todos los días que eres prioridad, porque tu bienestar es lo más importante para mí.

Pero debo confesarte algo: esto que escribo no lo hice únicamente para ti. Lo escribí también para mí. Necesito recordar dónde estaba antes y dónde estoy hoy. Necesito anclar en mi memoria el camino recorrido, las batallas ganadas, las veces que elegí no rendirme. Tengo que amarme y valorarme, porque he comprendido una verdad fundamental: si no lo hago yo primero, los demás tampoco lo harán.

Esta es la lección más difícil y, paradójicamente, la más liberadora: primero, valórate. Quiérete, ámate, cuídate. No como un acto de egoísmo, sino como un acto de supervivencia emocional. Para que conozcas tu valor real, ese que no depende de la validación externa. No esperes que los demás te den tu valor. Dáselo tú. Solo así sabrás siempre lo que realmente mereces.

Y mereces todo. Mereces ser amada como nunca antes, con esa intensidad que nace del conocimiento profundo del dolor. Mereces ser prioridad, no opción. Mereces que alguien te mire y vea no solo tu presente, sino también tu pasado de lucha y tu futuro de esperanza.

Yo quiero ser ese alguien para ti. Pero antes, necesito seguir siendo ese alguien para mí mismo. Porque solo desde el amor propio genuino puedo ofrecerte un amor que valga la pena, un amor que no busque completarse en ti, sino complementarse contigo.

Te amo. Y en ese "te amo" va incluido también un "me amo". Porque he aprendido que ambos amores no se excluyen, se potencian. Y desde ese lugar de plenitud, desde esa conciencia de mi propio valor y del tuyo, construiremos algo diferente. Algo que honre nuestras cicatrices sin permitir que nos definan. Algo que nos recuerde cada día que merecimos llegar hasta aquí, juntos.


Y eso, al final, ya no es tu carga. 

 Nos vemos en el espejo, donde las mentiras nos atormentan. 
Los quiero hasta el infinito y más allá. Se les quiere que jode, y sobre todo de gratis.

Publicar un comentario

2 Comentarios

  1. Excelente Primo, ante todo uno tiene que valorarse para poder amar a otro , saludos

    ResponderEliminar