El Salmo 5, una oración de madrugada

Por: Ricardo Abud

El Salmo 5 es una de esas oraciones que capturan la vulnerabilidad humana en su estado más puro. Escrito probablemente por David, este salmo representa el grito de alguien que despierta con el peso de la injusticia, rodeado de adversarios, y que decide comenzar su día depositando todo ante Dios. No es un texto triunfalista ni una declaración de victoria anticipada, sino más bien el reconocimiento honesto de quien se sabe necesitado de guía, protección y justicia.

"Escucha mis palabras, oh Señor, considera mi gemir. Atiende a la voz de mi clamor..." Así comienza este salmo, con la urgencia de quien necesita ser escuchado. Hay algo profundamente humano en esta apertura: el salmista no espera al final del día para hacer un recuento de sus problemas; los presenta en la mañana, quizás antes de que los eventos del día comiencen a desarrollarse.

Esta práctica de buscar a Dios "de madrugada" sugiere algo importante sobre la espiritualidad práctica. No se trata de una religiosidad ritualista, sino de una necesidad existencial. El que ora reconoce que no puede enfrentar el día sin antes establecer esta conexión, sin antes poner en palabras sus temores y esperanzas.

Lo que distingue a este salmo de muchas oraciones formuladas es su honestidad sin filtros. El salmista habla de sus enemigos, de personas que "hablan mentiras", cuyos "interiores son maldad" y cuyas "gargantas son sepulcro abierto". Estas son imágenes fuertes, casi violentas en su descripción.

Pero aquí radica una verdad importante: la espiritualidad auténtica no requiere que disfracemos nuestras emociones o que presentemos una versión edulcorada de nuestra realidad. El salmista está molesto, se siente traicionado, percibe injusticia. Y presenta todo esto sin vergüenza ante Dios.

Esta honestidad nos libera de la necesidad de fingir que todo está bien cuando no lo está. Nos permite traer nuestra humanidad completa con sus sombras, miedos y resentimientos al espacio de lo sagrado.

El salmo contiene una petición clara: que Dios actúe contra quienes obran mal. "Hazlos caer por sus propias conspiraciones", pide el salmista. Para algunos, estas palabras pueden resultar incómodas, especialmente si las comparamos con enseñanzas posteriores sobre amar a los enemigos.

Sin embargo, podemos entender esta petición no como venganza personal, sino como un anhelo profundo de que exista justicia en el mundo. El salmista no está tomando las cosas en sus propias manos; está delegando en Dios el juicio y la resolución. Hay una diferencia fundamental entre clamar por justicia y ejecutar venganza por cuenta propia.

Este clamor reconoce algo esencial: que hay comportamientos que son genuinamente destructivos, que el mal es real, y que es legítimo desear que se corrija. La espiritualidad no nos exige ser ingenuos frente a la maldad, sino encontrar formas saludables de procesarla.

El salmo establece un contraste claro entre dos caminos. Por un lado, están aquellos en quienes "no hay sinceridad", que "halagan con su lengua". Por otro, están quienes buscan refugio en Dios y se alegran en Él.

Este contraste no es tanto una división entre "buenos" y "malos" en sentido absoluto, sino más bien una descripción de orientaciones de vida. Hay quienes construyen su existencia sobre la falsedad, la manipulación y el engaño. Y hay quienes, conscientes de su propia fragilidad, buscan anclarse en algo más grande que ellos mismos.

Lo interesante es que el salmista no se presenta como alguien que ha llegado a un estado de perfección moral. Más bien, se identifica con aquellos que "confían" en Dios, lo cual implica necesidad, dependencia, vulnerabilidad.

Una de las imágenes más hermosas del salmo es cuando el autor dice: "Mas yo por la abundancia de tu misericordia entraré en tu casa". No entra por sus méritos, sino por la misericordia. No es un derecho ganado, sino un regalo recibido.

Esta imagen de la "casa de Dios" como lugar de refugio y seguridad ha resonado a través de los siglos en diferentes tradiciones espirituales. Representa un espacio donde las reglas del mundo externo con su competencia, violencia y engaño quedan suspendidas. Es un lugar de respiro, de recalibración, de encuentro con lo esencial.

En nuestra época, caracterizada por la hiperconectividad y la estimulación constante, esta idea de un espacio sagrado de refugio resulta particularmente relevante. Todos necesitamos lugares físicos o interiores donde podamos deponer las armas, bajar las defensas y simplemente ser.

El salmista pide: "Guíame, Señor, en tu justicia... endereza delante de mí tu camino". Esta petición revela una comprensión importante: en medio del conflicto y la confusión, necesitamos orientación.

No se trata de una guía detallada sobre cada paso que dar, sino más bien de una dirección general, un norte moral que nos permita navegar en circunstancias complejas. El "camino" que se pide no es necesariamente fácil o cómodo, pero es recto, es claro.

Esta búsqueda de guía implica humildad. Reconoce que no siempre sabemos qué hacer, que nuestro discernimiento es limitado, que podemos equivocarnos. Y que está bien pedir ayuda, incluso ayuda trascendente.
El salmo concluye con una nota de confianza: "Tú, Señor, bendecirás al justo; como con un escudo lo rodearás de tu favor". La imagen del escudo es poderosa: no elimina el peligro, pero provee protección en medio de él.

Esta es una promesa realista. No dice que los justos no enfrentarán problemas, sino que estarán rodeados de favor divino mientras los enfrentan. Es una espiritualidad que no niega las dificultades de la vida, pero que afirma que no estamos solos en ellas.

El Salmo 5 nos ofrece un modelo de espiritualidad que es, ante todo, honesta y relacional. No se trata de recitar fórmulas o de aparentar una paz que no se siente. Se trata de traer todo lo que somos incluyendo nuestras quejas, miedos y peticiones de justicia ante la presencia de lo sagrado.

Nos enseña que es posible comenzar cada día con intención, reconociendo nuestra necesidad de guía y protección. Nos recuerda que la justicia es un anhelo legítimo y que no tenemos que resignarnos pasivamente ante el mal. Y nos invita a encontrar refugio no en nuestras propias capacidades, sino en algo más grande que nosotros.

En una época donde a menudo se nos dice que debemos ser autosuficientes, invulnerables y constantemente exitosos, este antiguo salmo nos da permiso para ser vulnerables, para admitir que no tenemos todas las respuestas, y para buscar ayuda fuera de nosotros mismos. Y en esa humildad, paradójicamente, encontramos fortaleza.

Y eso, al final, ya no es tu carga. 

 Nos vemos en el espejo, donde las mentiras nos atormentan. 
Los quiero hasta el infinito y más allá. Se les quiere que jode, y sobre todo de gratis.

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